“…Así nuestro campo de acción está en México, y la batalla hemos de librarla nosotros, los mexicanos…”
Por: Sofía Magallanes.
Escogió para su periódico el
nombre que le recordaba al hijo perdido: "Vésper", la estrella de la
mañana que tanto señalaba el pequeño, un nuevo día, el despertar que anhelaba
para los mexicanos. La estrella que sacaba sonrisas a Santiago luego sería la
misma que emocionó a otro periodista como Juana Belén y también liberal:
Santiago de la Hoz, el "Poeta de la revolución", quién vivió el exilio junto a ella y quien
seguramente recordaba a Juana el temple de su padre, Santiago Gutiérrez,
forjador de metales de quien nuestra sanjuanera aprendería a pasar por fuego
aquellos gajos sin sentido, a moldear, como las palabras, a depurar entre las
llamas que sólo abrazaban a mujeres y hombres que buscan el cambio, la
revolución.
Otro Santiago marcarían su senda,
esta vez un compañero zapatista, Santiago Orozco, que compartió el peligro de
la guerra en el sur del país y a quién luego Juana Belén le dedicaría las
colonias agrarias que fundó.
Santiago, el camino del santo, la
ruta ineludible del sacrificio, Santo- Yago, Santiago, patriarca que funda
pueblos, para Gutiérrez de Mendoza, Santiago fue camino, trajinar y penitencia,
el compañero en la rua larga que conlleva a cambios sociales, al despertar, al
Vésper mexicano.
Dicen que nombre es destino, Juana
Belén Gutiérrez de Mendoza fue encerrada en numerosas ocasiones por sus
señalamientos en el periódico que dirigía. Ante sus palabras, el porfiriato
ofreció las rejas de la cárcel de Belén, ante el timbre incansable de su voz,
el poder regresó castigo, ante su escritura, que la hizo danzar como pluma en
el silencio, el régimen opuso reclusión y aún hoy le impone la mudez por el
olvido, sello que cancela la voz, que cierra la boca de aquellas que se han
atrevido, que han hablado tenaz, poderosamente, que han escrito con su vida.